
Génesis 4:6-7
4:6 Entonces el SEÑOR le dijo: «¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo?
4:7 Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo.»
En nuestro día a día vamos tremendamente rápidos. De un lado para otro, con mil cosas a hacer y otras dos mil por hacer aún. Pero, de alguna manera, a pesar de todo lo que hagamos y allá donde estemos, seguimos estando en la mano de Dios. Seguimos teniendo que ser Santos y lo más importante, seguimos teniendo su presencia alrededor. Seguimos llevando su aliento de vida que dió en Génesis. Seguimos respirándole. ¿Estamos tan distraídos que no lo vemos?
Y es curioso, pero Dios le dio una oportunidad de reflexionar a Caín. Caín era frágil y su rencor hacia su hermano era enorme. Pero no quiero decir que Caín trajo lo malo de su rebaño (como siempre nos han inculcado en la escuela dominical) sino que, sencillamente, no trajo lo mejor y con la mejor actitud de alabanza (v.4-5) como bien hizo su hermano, Abel. A pesar de todo, Caín acabo tomando la justicia por su mano al no entender estas palabras de Dios. Y en esto veo una segunda importante lección con respecto al pecado: es nuestra responsabilidad no permitir que se haga fuerte en nuestro interior. Y aunque suene duro, yo soy el único verdadero responsable de mi interior, y tú del tuyo. Pero es un principio que debemos tener en cuenta para forjar nuestra defensa y poder ser conscientes de nuestra condición. Es decir, nadie puede hacer esto por nosotros. Dios le estaba diciendo "Caín, se perfectamente cómo te sientes. Sé que estas enfadado con tu hermano y es probable que conmigo también. Pero puedes dominar esa furia. No te dejes vencer. Lo puedes conseguir" Dios sabia que Caín estaba al borde de perder el control de si mismo. Caín era frágil, era polvo.
Aplicándonos esta historia a nuestro día, la realidad es que somos frágiles y vulnerables. Nacimos del polvo y a él volveremos. Nosotros, nuestro cuerpo, no es más que una diana claramente vulnerable de ser tumbada. Pero todo toma otro sentido en un momento; todo cambia al escuchar esa voz de Dios que nos dice "¿Acaso crees que no se cómo estas?" "No me olvidaré de ti ni un solo día". Al abrazar sus promesas, al comprender y asimilar que es un Dios cercano y que lucha por y con nosotros, todo cambia.
Pero esto no es todo. Poseemos, además, una fuerza increíble. Una fuerza que no se consume en un suspiro. Un espíritu luchador y santo que nos limpia, que nos restaura. Esto es tremendamente importante, ¡es la mismísima gracia de Dios aplicada a nuestro día a día! Es decir, que gracias a ese espíritu, puedo ser más honesto y saber qué es lo que debo dejar atrás. Dejar eso que me está causando estrés, o me está quitando la vida poco a poco. ¡Desvincularme de esas cadenas!
Dios es espíritu y está en ti de una manera viva. Tan viva como tu respirar. Orad sin cesar, buscad continuamente el reino de los cielos para beneficio vuestro. Para vencer, solo tienes que sacar lo mejor que lleves dentro de ti. Oremos sin cesar por un espíritu guiador y fuente de nuestras fuerzas.
Dios es palpable siempre, en toda situación, hasta en su ausencia en problemas o dificultades. Pero más palpable es dentro tuyo, porque te dio una conciencia de su espíritu. Te dio un respirar.
Tú eres mi Respirar.
1 comentarios:
gran reflexion! Bendiciones.
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