jueves, 19 de enero de 2012

Nunca dejó de gritar tu nombre.


Lucas 15:20
Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó.

El pasado verano pude experimentar, durante dos semanas, la parábola del hijo pródigo junto con muchos otros mediante YoungLife. Fue emocionante revivir la historia. Una historia con la que todos estamos familiarizados. Pero de alguna manera, narra nuestro camino. Narra tu historia y la mía. Narra lo que aún hay por delante en este día y seguro que pasará. Por más que quiera, de una forma u otra, volveré a dejar la casa del Padre consciente o no. Pero hay algo alentador, y es que la historia de éste día y de tu vida, la parábola, aún esta por escribir el final.

Algo que también sucederá hoy es que el Padre, como en la parábola, estará esperando con esperanza que su hijo regrese en cualquier momento. Y quiero remarcar este último "en cualquier momento" de manera especial para el final.
El punto más alto de la historia, a mi parecer, se produce cuando el hijo es abrazado por el Padre. Y es que son de esos abrazos duros de masticar, que son incómodos por una parte, porque en ese momento tienes vergüenza de ti mismo. ¿Alguna vez te ha pasado? Pero la otra parte lo compensa todo; son de esos abrazos reconciliadores y que muestran el amor continuo que nunca ha dejado de existir. Te hace pensar cuanto eres valorado por esa persona, cuanto te quiere y cuanto le importas. El segundo punto clave para mí, es que el Padre, sin dejar hablar (o de alguna manera "excusarse" y pedir disculpas) prepara todo lo necesario para, sin duda, la fiesta más importantes de sus vidas. Dios sigue haciendo lo mismo contigo, no necesita escuchar pretextos, no porque no tengan razón, sino porque a Dios no le importa. El amor del Padre para ti y para mí es tan grande para cancelar cualquier pretexto que tengamos para justificar dónde hemos estado, o qué hayamos hecho. Lo verdaderamente importante fue la transformación del corazón del joven rico. Aún y así, estoy seguro que lo que menos pensaba es que recibiría amor, compasión y una bienvenida por todo lo alto. Quizás si digo el típico "te lo dije", esa típica expresión de padre, lo entendamos mejor, ¿no crees?

Y retomando lo que decía al principio, el final de esta historia esta por escribir. ¿Con qué personaje te identificas más? Si es con el hijo, ¿En punto de su escapada te situarías? ¿Llevas tiempo esperando a tus propios hijos en la puerta, esperándoles para darle un gran abrazo? ¿O quizás aún sientes que ni te has marchado de la casa?
Sitúate allí donde te identifiques más, pero solo deseo una cosa de todo corazón. Que tu vida y la mía acaben sus días cenando junto al padre, tras un intenso abrazo por haber reconocido los errores y volver al Padre con sed de él. Que sea cual sea el pasado que tuvimos, en el momento esperado, volvamos con Él y reconozcamos como nosotros ni oímos su voz en algunos momentos y como Él no dejó nunca de gritar nuestro nombre desde la puerta. Reconciliación. 

Hoy tú vas a escribir como acabará el día. Hoy decidiremos en que parte del relato estaremos al irnos, otra vez, a la cama. ¿Qué camino vas a tomar hoy? ¿Piensas en "planear" como salir de la casa y volver sin levantar "rumores"? ¿Crees que vale la pena irse tan lejos de la casa? ¿Qué ganarías quedándote en ella continuamente?
Con Dios hoy, la justificación no tiene valor. No se trata de convencerlo, o ayudarle a que te entienda. Te entiende perfectamente. Lo único que espera Dios es que le anhelemos y conectemos con él de una forma transparente y sincera. Recuerda...En la casa de mi padre moraré por largos días.


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