miércoles, 11 de enero de 2012

¿Soy el culpable?

 Romanos 3:22
 Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo a todos los que creen.

¿Cuántas veces he echado la culpa al de al lado? ¿Cuántas veces no hemos aceptado nuestra propia culpa?  Lo cierto es que por miedo al ridículo, a sentirme inferior o a dejarme en evidencia, he buscando el exaltarme por encima de los otros. Un gesto que no tiene como esencia dejar mal al otro, sino que pretende protegerme a mí mismo.

El ser humano es la única especie capaz de culpar a los demás antes de culparse a sí mismo. Nos cuesta aceptar aquello que se ha estropeado o deteriorado por causa del comportamiento que hayamos tenido nosotros mismos. Solemos señalar ''con el dedo'' (y con palabras a las espaldas) al presunto culpable sin pensar si cabe la posibilidad de que yo sea realmente el causante de aquella situación injusta. Lo cierto es que nos cuesta reconocer los propios errores.
El ejemplo más claro lo podemos ver en la rotura de una relación de amistad o de amor donde las dos partes, de aquella relación, dirán que la culpa ha sido del otro sin aceptar si cabe la posibilidad de que haya, como mínimo, un pequeño porcentaje de culpabilidad, no habiendo una supuesta reconciliación, y posiblemente no exista relación entre el uno y el otro durante mucho tiempo.
Y es que, posiblemente muchos de los problemas que se han originado, a lo largo del tiempo, habría tenido cabida alguna solución si hubiéramos valorado antes de señalar, si teníamos parte o toda la culpa, y posteriormente nos hubiéramos reconciliado con la respectiva persona. Es clave admitir las cargas de cada uno. Es decir, ser consecuente con mis errores y avanzar en la reconciliación en base a esto.
Pero es curioso, los mismos pasos seguimos a la hora de culpar a Dios. Todo lo negativo pensamos que es por su culpa, que se ha ausentado (cuando probablemente seamos nosotros los ausentados), de que no le importamos, y a la vez nos olvidamos de Él cuando pasamos por situaciones buenas y beneficiosas, como si esta vez no fuera el causante de ellas. ¡¡¡Soy super egoísta muchas veces!!! 
No somos conscientes de que la injusticia proviene de nuestro rechazo hacia Dios, cuando Él sin mediar culpa ha querido solucionarlo a través de su hijo Jesús. Precisamente, fue Él quien vino a rescatarnos y darnos justicia. 
Por eso, hoy vuelvo a aceptar mi culpa, reconciliándome con Él, y seguir buscando  una cercanía con Dios y su justicia que tanto necesito.

1 comentarios:

mireia.gt dijo...

Cuanta razón Alex!
Deberíamos mirar más las cosas que hacemos mal en vez de culpar!

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