jueves, 9 de febrero de 2012

¡Y te llamó Amigo!

Juan 15:15
Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes.

Se abren los grandes portales de Palacio con un imponente ruido. Tras unos destellos de luz , se puede apreciar la belleza del lugar. Totalmente indescriptible. Lo cierto es que haría falta varios millones de libros para empezar a describir los detalles de aquel magnífico lugar; con alguna "breve" descripción en la Palabra ya nos maravillamos, así que imagínate. Sorprendentemente, la fuerza de la esa luz lo empieza a cambiar todo. A medida que avanzas los pasos, una nueva visión de la realidad va invadiendo tu mentes. La sabiduría aumenta en proporción a la cercanía con el aquel gran Trono; y en un primer instante, da un poco de miedo. Por un lado sabemos que se trata de Dios. Sí... Dios. El que todo lo sabe, todo lo ha creado, todo lo puede. Por otro lado también está el recuerdo de haber escuchado a muchos que hablan de él como si estuviera enfadado esperándonos para señalarnos con su dedo índice y declarar a gran voz que somos indignos. 
Pero la realidad esta siendo otra. A medida que nos acercamos también un calor empieza a invadirnos. Un calor fraternal que no quema, sino que transmite paz y bienestar. Es su amor incondicional que echa fuera el temor y nos hace sentirnos ligeros, sin peso alguno. De pronto, te encuentras ya en el Trono. Allí está Dios y a su derecha Jesús. Dios te observa y luego mira a Jesús. Con voz segura y mostrando su emoción, Jesús le dice: «Papá, aquí está mi amigo». ¿¿Cómo?? ¡Guau! Jesús nos llama «amigos». Sinceramente no se qué cara poner al imaginarme eso, ¡es tremendo!

Cada día podemos acercarnos a la increíble presencia de Dios para tener una audiencia privada y muy especial con el gran Soberano.

Desde siempre, todas las civilizaciones han servido a sus dioses. Todas las grandes y pequeñas religiones siempre tuvieron la idea de que fuera quien fuera su divinidad había que servirle. Y algo les unía: la distancia entre ellos y sus dioses. Pero Cristo vino a enseñarnos algo diferente. Él no habló tanto de servirle como de amarle. Solo el cristianismo enseña acerca de un Dios que nos ama y al que podemos amar. Solo Jesús enseñó la amistad con Dios y nos invitó a vivir esa relación como una maravillosa aventura. Por eso, nos reveló su voluntad en gran parte. A través de su Palabra, nos dio a conocer sus deseos y nos invitó a ser grandes amigos. Por medio de este libro Dios te invita a disfrutar de su maravillosa presencia. Jesús quiere verte allí en el trono del regalo inmerecido para seguir revelándote su voluntad, llenarte de su amor, darte sabiduría y equiparte con su fuerza.
Para ti, ¿Qué significa tener una amistad con Jesús? ¿Qué crees podemos hacer para disfrutar y estar más tiempo en su presencia?

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