miércoles, 15 de febrero de 2012

Curar heridas requiere Valor para enfrentarlas.

Mateo 18: 21-22 
“Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús: –Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta siete? Jesús le contestó: –No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.”

Hoy escribo estas lineas viendo lo que me rodea. Viendo que algunos pretenden engañarnos con falsas caretas de amistad y respeto cuando en su corazón, bulle un odio, una falta de respeto y una escasez de amor increíble.

“Si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, Dios, su Padre que está en el cielo, los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco su Padre los perdonará a ustedes.” Mateo 6:14-15
Y es que, que algunos decidamos seguir este consejo que Jesús nos dejó, mostrando un amor real y liberándonos de cargas siendo llenos de Paz, no quiere decir que seámos más débiles o presas más fáciles para quienes tienen rencor. Lo que realmente quiere decir es que no tengo necesidad de entrar en juego y lo más que espero es ayudar a sacarte de él.
El rencor es un callejón sin salida. Solamente guarda una pequeña vía por la cual te puedes escapar y se llama enojo. Al no tener salida, llega a ser como una herida que nunca cura, y las heridas que no curan, por pequeñas que sean, tienden a agrandarse y a agravarse por largos tiempos. 
El rencor es un pecado que inevitablemente le sigue el enojo, como el humo al fuego. Muchas veces el rencor se establece en nuestro corazón por falta de posición frente a la vida, por no tener la valentía de arreglar las cuentas, por no ser capaces de reconocer nuestros errores, por no ser capaces de pensar que quizás otros se esforzaron más que nosotros luchando por algo en común (muy común en relaciones amorosas), o que simplemente, uno siempre busca lo mejor para él y no le conviene esa situación. Lo cierto es que si se recibe una ofensa y no se perdona, al no perdonar, la ofensa se traduce en Ira. Posteriormente, la Ira se traduce en resentimiento. Y el resentimiento da lugar a la amargura. Creo que lo siguiente sería ya la depresión. De allí que la Biblia, como el manual de la vida, nos invita a perdonar cuando hemos recibido una ofensa.
Y personalmente no creo que existan 2 grandes patrones para afrontar situaciones que provoquen el rencor, sino más bien pienso que podemos actuar así:
  1. Nuestra primera opción es mantener la distancia, queremos sentirnos protegidos y asegurarnos que no volverá a lastimarnos. Es la natural pero muy comúnmente esa distancia dura años o incluso para siempre..
  2. Nuestra segunda opción es pagar los platos rotos con personas que no tienen nada que ver con el asunto. Empezamos a contaminar a otros. Es la carnal. Es ver el apoyo de alguien como un lugar donde ir y echar todo lo malo que tengo sin ningún cuidado. ¿Ofendes y te desahogas con niños, familiares, grandes amistades y en general con personas débiles? Este tipo de personas normalmente etiquetan con "débil" a la gente que afortunadamente, no reacciona como ellas. Y eso es un grave error.
  3. Nuestra tercera opción es perdonar y entregar esa herida a Dios. El es el único que puede sanar, restaurar y renovar nuestras convicciones y nuestra actitud de servicio y compromiso con los demás. Es la espiritual.
Y creo que hay una cuarta opción y es hacer unas mezclas un poco raras de estas tres. Me explico; creo que es común entre nosotros que decidamos adoptar la posición 2 (pagar los platos rotos con otra persona) de una manera íntima e involuntaria (aunque muchas veces es voluntaria) mientras que nos preocupamos porque en el exterior la gente piense que decidimos coger la tercera opción, sanarnos con Jesús.
A solas con Dios, ¿Serías capaz de decirle a Él que "no tienes rencor hacia nadie en tu interior"? Sinceramente creo que no serías capaz...Entonces, ¿Porqué continua sucediendo?

Y ante todo esto, quizás te has llegado a preguntar "¿Cómo soluciono mi problema?" Antes de darte un consejo de cómo hacerlo, permíteme decirte que si estas dispuesto a leerlo, debes estar dispuesto a hacerlo. No voy a decir ninguna barbaridad, pero somos tan humanos que, a veces, no queremos pagar las consecuencias de lo que hemos hecho. Medimos lo que debemos hacer en función de en qué cantidad nos dejará en evidencia o nos supone un sacrificio. Pero si aún sigues leyendo, aquí tienes la clave:

MATEO 18:15-18
Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
¿Cuánto estás dejando atado entonces en la Tierra?
Quizás ya has hecho esto con quien tú crees y sigues teniendo rencor o un remordimiento hacia esa persona, déjame decirte que una herida puede volver a abrirse y más si ha sido difícil cerrarla y no hace mucho tiempo aún. ¿Crees que necesitas nuevamente la reconciliación, la reparación de los daños? La restauración es la solución para el rencor que puede volver, como todos los males.



Ayúdame, con tu gracia, a corregir mis errores y a saber perdonar. Ayúdame a transmitir tu amor en cada palabra.

0 comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué piensas acerca de este mensaje?