sábado, 11 de febrero de 2012

El orden de los factores SI altera el producto.


Filipenses 2:4 
“Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás” 

Si alguien me pregunta: ¿Está mal ocuparme de mis propios intereses? Creo que tras un largo silencio, le diría algo así: Todo lo contrario. Si yo no leo mal, la Biblia decididamente me está pidiendo que lo haga. El ingrediente que agrega luego es que no me tengo que quedar solamente con esa parte, sino que debo incluir en mi menú los intereses de los demás. 
Por algo el Espíritu Santo inspiró a Pablo para escribir esa carta a los Filipenses... Y tengo que decir que esta es una tarea especialmente dura.

Yo no he volado en pocas ocasiones, pero se que religiosamente antes de un vuelo, por corto que sea, se te debe explicar cómo actuar en caso de que se produzca una emergencia a bordo. Entre todas las recomendaciones que se dan, hay una que siempre me ha llamado la atención y tiene que ver con el principio de atenderse uno primero para poder atender a otros después. Cuando las azafatas explican que unas máscaras de oxígeno caerían delante de cada asiento si un desperfecto hiciera faltar el aire dentro de la cabina, dicen algo así como: “Si tienes personas a tu lado que necesitan ser ayudadas (como por ejemplo niños) no comiences a asistirlos a ellos hasta que no tengas bien colocada y funcionando tu propia máscara” Y lo que más gracia me hace es que a 10.000 pies de altura te digan lo de "colócate la mascarilla correctamente y respira con normalidad" Ese respira con normalidad, aparte de ser chistoso, encierra en su interior una realidad: que necesitas un estado óptimo para ayudar.
Gracias a Dios en esas pocas ocasiones que he tenido que coger un vuelo, nunca me fue necesario ponerme una de estas máscaras en un vuelo; si no, sería probable que ya no estuviese escribiendo estas líneas. Pero si alguna vez sucediera una circunstancia de este tipo y yo me encontrara viajando con mi familia, mi pareja (o si tienes hijos ponlos en el ejemplo) confieso que no puedo asegurar si resistiría la inevitable inclinación de ayudarlos a ellos primero. Y es que renegarnos va en contra de mi instinto y de las prioridades de cualquier hijo por sus padres o cualquiera que ame a su pareja. Pero pensándolo bien... ¿A quién se le pudo haber ocurrido establecer una orden de prioridades como esta? ¿Acaso no tienen corazón? ¿Cuál es la razón de un pedido tan egoísta y anti solidario? La respuesta obedece a un principio absolutamente coherente que es aplicable incluso a nuestra vida espiritual: Nadie puede ayudar a otros si no se encuentra en las condiciones mínimas necesarias para hacerlo. Dicho en otras palabras: ¿Cómo puedo intentar darle aire a otro si yo mismo no puedo respirar? Probablemente terminemos ambos desvanecidos en el suelo y el saldo resulte en una tragedia doblemente peor que aquella que pretendíamos evitar. Lo cierto es que estemos como estemos, sale de nosotros socorrer. A veces, como seres humanos, cometemos actos preciosos (pero peligrosos)

Trabajar en la vida espiritual de las personas es una de las tareas más trascendentes que se pueden hacer debajo del cielo, pero creo Pablo, siendo consciente de esto, quería dejarnos claro que el ocuparte de tu situación interior es algo que no puede quedar para después. Tu misión no pasa solamente por acercar a otros a Dios, comienza por tu acercamiento a Él. No se trata sólo de recomendar a otros que oren y lean la Biblia, presta atención en no descuidar tu propio altar diario. Además de inspirar a otros a vivir vidas limpias, esfuérzate en pulir tu integridad. Sino, acabamos siendo hipócritas, ¿no crees?
Esto me hace pensar también en quien me ayudará a mi en caso de necesidad...¿En quién te estás apoyando tú? ¿Puedes vivir la misma realidad pero cumpliendo el papel opuesto? Si no tienes un   guía, consejero, padre espiritual o como quieras llamarlo, la realidad muestra que pronto vas a pagar caro esa soledad y falta de ayuda.
El segundo mandamiento más importante: Amar al otro como uno se ama a sí mismo. La medida o el calibre del amor que siento por mi misma persona, determinará el nivel y la intensidad del interés, cuidado, dedicación y sacrificio que estoy dispuesto a hacer por los demás. Digamos entonces que es muy fácil ver como se quiere la gente a si misma, ¿no? 
Es hora de volver a velar por tus intereses. Si no te amas lo suficiente, difícilmente podrás amar correctamente a nadie. Mereces dedicarte tiempo. Una sana relación con Dios y un buen tutor espiritual no es sólo una necesidad, sino que es primero un desafío personal. Porque al fin y al cabo, si tu máscara de oxígeno no está bien colocada y funcionando, no vas a tener ni el aire, ni el pulso ni la visión nítida para ayudar a nadie. No vaya a ser que por querer seguir tu instinto de ocuparte de todo el mundo que te rodea, te caigas desmayado.

Anímate a obedecer el versículo que hemos mencionado pero en su totalidad, que es lo importante. De esa manera estarás cumpliendo con lo que ese Dios lleno de amor que tenemos, espera de nuestro trabajo.


0 comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué piensas acerca de este mensaje?