jueves, 2 de febrero de 2012

Rodeando a la presa.

 
Por la fe cayeron las murallas…
Hebreos 11:30 
Daban vueltas en silencio. Debió ser impresionante. La marca de las pisadas en el barro se hacía cada vez más profunda y su rastro era evidente; toda la tierra removida. Seguramente, más de uno lo pasó mal ya que no podían hablar y además, no estaban seguros de cuál era la táctica que su comandante Josué estaba tramando. 

Ya habían pasado seis días desde que empezaron a dar vueltas alrededor de los muros de Jericó. Pero ahora en el séptimo tenían que acabar la faena: tenían que dar siete más. Esta vez todo tenía que permanecer en silencio hasta la vuelta número siete. Todos estaban expectantes de lo que iba suceder, y lo más importante, sabían que algo sucedería.
Era la sexta vuelta y el ritmo de marcha empezó a elevarse. Los nervios estaban a flor de piel. 6 duros días de trabajo estaban a punto de llegar a su objetivo. Y en la sexta vuelta, se hizo el mayor de los silencios. La mayor de las esperas. Por fin, al entrar en la séptima vuelta, tal como Josué lo había ordenado, sonaron las trompetas más fuerte que nunca y todo el ejército de Israel empezó a gritar a gran voz. Desde cualquier rincón podía escucharse aquel estruendo. Cuernos, trompetas y voces que al instante se mezclaron con el estruendo de los muros de la ciudad que empezaron a resquebrajarse; eso les animó a gritar aún más fuerte. Lo cierto es que, en unos instantes, las murallas cayeron y por el primer paso que se creó, empezó a entrar una gran masa de soldados israelitas. Las tropas entraron a la vez que continuaban gritando comprendieron lo que había sucedido. Aquel "loco" tenía razón. El primer día nadie daba un duro por él, pero algo les impulsaba a seguirle. Y allí estaban ahora, con la ciudad a sus pies. Algo inalcanzable solo unas horas antes.
Evidente aquello era sobre-humano. Dar vueltas por siete días y el último armar un escándalo enorme para que se cayeran los muros de una de las ciudades más grandes de Canaán no entra en la cabeza de nadie. Es más, si alguien humanamente planease eso, me asustaría y realmente si estaría loco, ¿no crees?

Sin duda que la táctica no era iniciativa de Josué sino que venía del auténtico Comandante de los Cielos. Sabemos que a Papá le gusta mostrarnos que no son las tácticas ni las habilidades humanas las que pueden ganar las batallas del pueblo de Dios. Él nos sigue insistiendo que es por la fe y la obediencia que podemos alcanzar la auténtica victoria. Y precisamente eso fue lo que tuvo Josué para darle la orden al pueblo. Fe y obediencia tuvo el pueblo al rodear la ciudad en silencio por 7 días. Y eso es lo que debemos tener si queremos que se caigan los muros de Satanás a nuestro paso.¿Cuáles son las murallas que hoy se interponen para que conquistes lo que Dios quiere de ti? ¿A qué crees que te dice el Espíritu hoy que rodees y luches?

Tengamos hoy Fe y obediencia para rodear a nuestro objetivo sin dudar.

1 comentarios:

Abel dijo...

Penso, que ens has traslladat a aquell moment i reflexionar si devegades no posem prou fe a les coses ja que les volem controlar per nosaltres mateixos , aixo ens fa adonar que amb fe i obediencia podem estar confiats que les promeses d´Ell es compliran.

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