jueves, 22 de marzo de 2012

Al quebrantado Tú oyes

Salmos 34:18
Cercano está Dios a los quebrantados de corazón; y salva a los que de corazón abatido

Hay una canción de alabanza que me encanta que en el coro dice: al quebrantado Tú oyes, al quebrantado respondes. Lo que se dice en esa canción es mucho más que una estrofa, es más que unas palabras que encajan con la melodía, es incluso más que una canción.

Ponte por un momento a pensar en el ejemplo de un padre y un hijo. Imaginemos que el hijo por la mañana ha contestado mal a su madre antes de salir de casa y le ha faltado al respeto.
Resulta que el hijo al día siguiente va a ir a pasar un fin de semana estupendo con sus amigos. Lleva
semanas esperando para ir a ese fin de semana y no hace otra cosa durante el día que planear e idear las cosas que hará cuando llegue allí con sus amigos. Pero por la noche, mientras está cenando en casa de uno de los amigos con los que al día siguiente se marchará al ansiado fin de semana, recibe una llamada de su padre. Resulta que cuando el padre llegó a casa de trabajar se encontró a su esposa llorando a causa de la falta de respeto que su hijo había tenido con ella por la mañana. El padre en cuanto se entera llama muy enfadado a su hijo y le dice que vuelva a casa en seguida a pedirle perdón a su madre, y que como consecuencia de su rebeldía se queda castigado sin ir al día siguiente con sus amigos al deseado fin de semana. El hijo no se lo puede ni creer, y en seguida se marcha corriendo hacía su casa para intentar solucionar el problema.
En cuanto llega se pone a pedir perdón a su madre y a su padre y les ruega por favor que no le castiguen. Pero los padres no ceden. Saben que su hijo no está realmente arrepentido, y si lo está, la principal razón por la que está pidiendo perdón es para conseguir que le levanten el castigo. El hijo insiste en su arrepentimiento y sigue suplicando el perdón de sus padres. Pero cuando lleva un rato llorando y suplicando, se da cuenta realmente de que no lo está haciendo arrepentido de corazón, ni si quiera se siente del todo mal por no haber respetado a su madre. Lo único por lo que está haciendo todo eso es porque quiere ir al día siguiente con sus amigos. Entonces se da cuenta de que ese no es el motivo. Descubre en su interior de que su madre lo quiere y lo cuida como nadie. Que incluso sus padres están castigándole por su bien, para que aprenda. Sabe que ha hecho mal y por primera vez en todo el día se arrepiente de corazón de ello y sabe que se esforzará por no volver a hacerlo. Es entonces cuando las lagrimas se convierten en lagrimas de arrepentimiento y cuando por primera vez pide perdón y abraza a su madre sin importarle si le quitarán el castigo o no. Los padres notan el arrepentimiento sincero de su hijo, y es ahora cuando con una mirada, los dos deciden dejar que su hijo se marche al día siguiente, ya que los dos saben que el hijo luchará por no volver a herir los sentimientos de su madre.

¿Recuerdas lo que decía la canción del principio? al quebrantado Tú oyes, al quebrantado respondes. Dios con nosotros es igual que los padres de la historia. Y nosotros somos muchas veces igual que el hijo. Sabemos que hemos hecho algo mal, y simplemente pedimos “perdón” porque sabemos que Dios nos puede castigar. Incluso a veces lo hacemos simplemente porque sabemos que es lo que debemos hacer. Pero no vamos normalmente con un corazón humillado y quebrantado. Como le sucedía al hijo, ni siquiera nos sentimos del todo mal aún sabiendo que no hemos obrado bien. Nos sabe mal, o nos sentimos culpables, pero no estamos arrepentidos. Y Dios evidentemente no quiere eso de nosotros. A Él no le importa lo que hayamos hecho. Nos quiere y nos va a querer igual. Pero espera que seamos sinceros con Él y cuando le fallemos acudamos nosotros a Él a pedirle perdón de corazón. Él siempre nos oye, pero cuando realmente está cerca de nosotros y nos responde es cuando nos presentamos quebrantados y humillados ante Él por nuestro pecado.



Preséntate ante Él con un corazón roto y humillado. Te está esperando

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