viernes, 23 de marzo de 2012

Perfectamente imperfecto.

"Porque la paga del pecado es muerte" 
Romanos 6:23
La consecuencia del pecado y la imperfección humana es la separación eterna de Él significa muerte eterna  

Uno de lo términos hebreos que se traduce como "pecado", significa también "errar el blanco", "desviarse del camino". Este concepto puede ser aplicado al interpretar lo que hallamos en Romanos 3:23: "Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios". Todos erraron el blanco no alcanzaron la meta. Esto describe la situación del hombre que ha perdido su primitiva condición, ha sido destituido de la Imagen de Dios por culpa del pecado. De esta manera la humanidad quedó marcada para siempre con el sello de la imperfección. Pero, ¿qué hay más allá?
Para dar algunos ejemplos, podemos pensar en nuestra IMPERFECCIÓN FÍSICA. Nuestro cuerpo nunca es perfecto, sufrimos dolores de muelas, deformidades, perdemos el cabello, padecemos enfermedades y a la postre el desgaste progresivo nos conduce a la muerte. Algunas de estas situaciones las logramos aceptar, aunque a veces con grandes esfuerzos. 
Más difícil es aceptar las IMPERFECCIONES DE NUESTRA MENTE, los temores, odios o resentimientos, egoísmos, culpas neuróticas, depresión. Es común encontrar que entre los individuos criados en ambientes religiosos se encuentre una viva resistencia a reconocer este tipo de imperfección. Por ejemplo, muchos creen que es obligación estar permanentemente alegres, debido a la interpretación literalista de pasajes que nos exhortan a estar gozosos. Baste recordar que el Señor Jesús dejó de estar alegre, y sintió tristeza en varias oportunidades, y aún lloró. 

Leyendo la carta a los Romanos, vemos que allí se habla específicamente de la IMPERFECCIÓN MORAL del hombre, que queda demostrada por la imposibilidad de cumplir la ley, concepto que establece también Pablo en la carta a los Gálatas. En ambas cartas encontramos el concepto de "carne", que no se refiere a nuestro cuerpo, sino al principio de pecaminosidad, de debilidad moral, que se halla indisolublemente ligado a nuestra naturaleza, y que nos acompañará hasta el día de nuestra muerte. Damos un ejemplo práctico: si echamos unas gotas de tinta en un vaso de agua, vemos que ésta se tiñe del color de la tinta. Pero el agua sigue estando allí y no ha dejado de ser agua; sabemos que el en vaso hay agua y tinta pero no los podemos separar. Y eso es lo que ocurre con nuestra naturaleza manchada con el pecado, marcada con la imperfección. 
Aceptar esa verdad es condición indispensable para acercarnos a Cristo y recibir el perdón. Ya sea como la experiencia que vivimos cuando dimos el primer paso de arrepentimiento y de fe, como la renovación diaria de la experiencia de reconocer nuestra imperfección, y de recurrir al Señor, dependiendo de su gracia para vivir cotidianamente unidos a él. No obstante es común hallar en nosotros la tendencia a pensar que nos acercamos o nos alejamos de Dios, según tengamos un saldo positivo o negativo en una especie de cuenta corriente espiritual. Esta actitud demuestra que de alguna manera creemos que nuestro esfuerzo personal puede tener el valor de purificarnos y consecuentemente estamos restando algo de la eficacia salvadora de la obra de Cristo. 

Por lo tanto el reconocimiento total de nuestra imperfección es algo por lo cual debemos seguir luchando en el transcurso de nuestra vida. No solamente somos "justificados por la fe" al comenzar nuestra vida de relación con Dios, sino que debemos comprender que necesitamos de la gracia para vivir la vida cristiana de todos los días.

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