Pero
ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por
vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna.
Romanos
6:22
Todos los seres humanos caemos en pecado. Con más
frecuencia o menos, pero es algo de lo que no podemos escapar. A lo mejor eres
de los que leyendo esto está pensando “si yo no le hago mal a nadie. Yo soy una
buena persona”. Pues déjame decirte que no hay una sola persona en todo el
planeta que sea siempre bueno (romanos 3:12). Hasta la persona más beata y
santa que te puedas imaginar peca a diario. Imagínate a Gandhi o a la Madre
Teresa de Calcuta, incluso al mismo Papa de Roma. Incluso ellos, tres de las
personas que se considera más buenas de toda la historia, caen en pecado.
A lo mejor no eres de ese grupo que se considera
una persona buena y sin mancha. Posiblemente seas consciente de que al igual
que todos, tú también fallas. Sabes que caes
en pecado como todo el mundo, y
incluso te gusta caer en eso que es considerado pecado, porque total ¿qué más
da?
Pero es posible que no te identifiques con
ninguno de los dos. Es posible que seas consciente de tu pecado pero a ti no te de
igual, o no disfrutes sabiendo que has caído y que vas a caer más veces en
ello. Y a lo mejor esa vergüenza que sientes por fallar tan a amenudo es lo que te impide ponerle
remedio a tu pesar (¿qué ironía no?).
Pues este
mensaje va para ti. Quiero decirte que Dios no mira todos los pecados que has
cometido, incluso no le importan los que sabe que cometerás en un futuro. Dios
murió en una cruz por todos esos pecados. Por los pasados, por los presentes y
por los futuros. Sólo hay una cosa que a Dios le importe. Y es que no vayas
ante Él arrepentido por tus pecados y le reconozcas como tu salvador, como el
único que murió por TI sin importarle tus fallos. No dejes que tu pasado se
ponga en medio. No tengas vergüenza, no tengas temor. Dios te está esperando
con una sonrisa y con los brazos abiertos, igual que un padre espera a un hijo. Él te
quiere, y te perdona y te va a perdonar siempre. Pero debes acudir a Él.
Yo un
día lo hice y me cambió la vida. Por supuesto que sigo pecando (aunque ahora lucho
contra eso), pero tengo la seguridad de que mi Dios está ahí para abrazarme
cada vez que le fallo porque es un Dios de amor.
Ya has visto lo que dice el versículo. Te espera la vida eterna. ¿Dónde la vas
a pasar? Tú decides.
2 comentarios:
Gran mensaje.
Gracias Alex!
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