martes, 26 de junio de 2012

La historia de los 220 hijos.


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Hace 18 años, Patricia Bozzano leyó en un periódico una noticia que transformó su vida para siempre. Se trataba de la historia de una niña enferma de pie Bot (o pie Zambo Congénito) y maltratada por su madre. La pequeña necesitaba urgente de una familia de acogida. Profundamente conmovida por la situación de la pequeña, esta artista plástica paraguaya, dueña de una galería de arte, solicitó la tutela de la menor. Y se  la concedieron.

Primero fueron 3, luego 15, más tarde 60, alcanzaron 125 y hoy llegan a 220 niños y adolescentes, viviendo en el hogar dirigido por esta mujer que ha renunciado al bienestar económico que podría darle su profesión, a la tranquila vida familiar, a horas de sueño y mil cosas más.
“Me enorgullece, pero no soy yo la que obra, todo esto es posible gracias a Dios”, dice Patricia, quien comparte con sus cuatro hijos biológicos la entrega por los que más necesitan. “No existe mayor premio que ver vidas cambiadas”, afirma.
CASA DE CAMPO
El Hogar está ubicado en la localidad de J. A. Saldívar, departamento de Capiatá, a 28 kilómetros de Asunción. Aquí “el trabajo empieza de cero” con cada niño que llega. “Vienen con malos hábitos, faltos de toda educación, con vocabulario sucio, pero después de cierto tiempo se convierten en seres que se aman a sí mismos y están dispuestos a darse por los demás”, explica una de las líderes.

Esta es una gran familia. Recorriendo la propiedad se ven niños por todas partes, adolescentes estudiando y encargándose del orden y la limpieza. Todos ellos han llegado con orden judicial, no para adopción, ya que cuentan con familiares (que no pueden brindarles la atención que necesitan). Todos estudian, la mayoría en la escuela que funciona en el mismo Hogar. Allí viven, se recrean, se capacitan y, lo más importante, sienten el amor de Dios en sus vidas y son transformados por él.
En el comienzo Patricia recibió a los niños en su casa y los mantuvo gracias a la venta de obras de arte en su galería, más el aporte solidario de personas que creían en este proyecto . “Siempre desee que el Señor maneje mi vida. El planteo era: o vendía cuadros o me dedicaba a estos niños. Y la prioridad era dedicarme a ellos, a su parte espiritual, a que tengan la familia que nunca tuvieron. No tenía sentido salir a trabajar dejando en casa un batallón de niños que reclamaban mi presencia, el amor de mamá, el conocer de Dios. Entonces un día le dije al Señor: Señor yo me ocupo de tus hijos como mamá y tú te ocupas de la provisión”.
Y fueron llegando las provisiones, sin que ella las buscara. Miembros de iglesias y diferentes ministerios empezaron a golpearle la puerta para ofrecer alguna ayuda, alimentos o vestimenta. Desde 2006 el Hogar cuenta con casa propia, gracias a la generosidad de una familia que donó su casa de fin de semana y un predio de 4 hectáreas de tierra roja. Con la colaboración de muchas personas se reconstruyó un galpón pasó a ser el pabellón de varones y la iglesia Raíces construyó otro para las mujeres.
PROVISIÓN Y MISIÓN
Con la creación de la Fundación Unidos por Cristo y la obtención de la personería jurídica, el Estado paraguayo otorgó una subvención, que cubre aproximadamente la tercera parte del presupuesto del Hogar.

No falta el apoyo de familias solidarias, iglesias y empresas nacionales con compromiso social. Sin embargo, el déficit es una sombra permanente y periódicamente Patricia lanza una campaña para combatirlo, compartiendo necesidades puntuales en su Facebook.
Además de colaboraciones materiales, el hogar siempre da la bienvenida a misioneros de diferentes partes del mundo, que puedan ayudar en la educación cristiana de los niños. También hay necesidad del servicio de odontólogos, médicos, peluqueros, fontaneros, electricistas, pintores, albañiles, etc.
Desde 2010 funciona en el predio una escuela cristiana de nivel inicial y escolar básica, que está abierta a la comunidad. “Queremos cambiar la educación. Aquí la enseñanza está basada en los principios de Dios”, explica Patricia.
Patricia afirma que sólo les pide dos cosas a sus doscientos veinte hijos: Que estudien mucho para salir adelante, y que prediquen el Evangelio. “Mis chicos están entrenados todos para ser misioneros. Ya nos fuimos a Chile y a Brasil, estuvimos en las favelas de la Ciudad de Dios. Ellos están capacitados para llevar la Palabra. Nuestro hogar es misionero”, explica.
Ya hay tantos líderes formados que tienen la capacidad de abrir nuevos centros . “Estamos abriendo un Hogar Unidos por Cristo en Ciudad del Este, un lugar donde hay mucha droga y mucha prostitución infantil”, comenta Bozzano.

Extraído y adaptado de noticiascristianas.org.

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