lunes, 18 de junio de 2012

Nada de mentiras

Yo conozco todo lo que puedes, y no hay pensamiento que pueda escapar de ti
Job 42:2

Cada día engaño, hasta cierto grado, a mis amigos y familiares sobre quién soy realmente; quizás es una idea que intimida y te choca, pero no tengo problema en confesarlo y no cuesta nada si le das una pizca de sinceridad y no te importa volverte algo más vulnerable con tal de querer mostrar tus puntos débiles. Pero me pregunto ¿Realmente a quién le gusta que los de su alrededor conozcan los puntos débiles? ¿Acaso no tomamos la vía rápida y creamos un falso yo más veces de lo normal?
Quizás piensen tus amistades que te conocen y que sobradamente comprenden como eres, piensas e incluso lo que vas a decir, incluso quizás se aventuren a decir algo sobre quién creen que eres realmente. Con Dios no hay quizás ni inclusos. Eso me consuela en medio de una incomprensión general a mi alrededor.

De manera profunda y perfecta, Él nos conoce desde siempre. Sabe tus pensamientos incluso antes de que los pienses, tus actos antes de que los hagas y también algo importante: sabe que pretendes realmente cuando haces algo. ¿Te intimida? ¿Por qué tendría que intimidarnos? Si tenemos otras intenciones diferentes a las que apentamos, entonces nos debe estar intimidando mucho la idea de que alguien conozca esas reales intenciones.

Hebreos habla de que ninguna cosa creada puede escapar de la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas. El absoluto creador y Dios de todo, es también el que sabe que hay dentro de ti. Lo que sientes y quieres conseguir, pero que aún no has dicho a nadie o incluso quieres que sea secreto para que no te perjudique.

Esto nos debe primeramente motivar a limpiarnos. Es imposible permanecer así de sucio y continuar bien cerca de Él. No estoy diciendo que te conbiertas en alguien perfecto, sino que deseches eso que escondes y sabes que puedes quitarte y también sabes que debes hacerlo. Como seres tercos que somos, quizás necesitamos llegar a sentirnos desnudos en este aspecto delante de Dios. Ver como Él conoce todo lo que pensamos y entonces solo ver la única salida: desechar lo malo de dentro nuestro y sobre todo, de dentro de nuestra mente.
 Y en segundo lugar, debe motivarnos a cambiar. Cambiar las paredes de nuestro interior. Quizás darles una mano de pintura, o tirar falsas paredes creadas, pero cambiar. Es decir, dejar de haber algo y que venga algo nuevo. Desechar lo malo y coger lo bueno. Y con esto no estoy intentando decir que seamos perfectos, sino que seamos pecadores pero verdaderos seguidores de Jesús cada día.
Porque uno puede ser pecador pero transparente. Uno puede ser pecador pero vulnerable. Y uno debe ser pecador pero lleno de corrientes de agua viva en su interior. Lo de pecador nadie nos lo quitará nunca ni nosotros mismos, pero las corrientes de agua que nos renuevan y crean en nosotros un interior semejante al de Dios y sin nada de que lo nos tengamos que avergonzar delante de Él, lo escojemos nosotros. Vencerse a uno mismo es complicado, pero no te hagas creer a ti mismo que puedes vivir únicamente con un Dios que cabe en tu mano y que está ahí, pero tú no eres alguien renovado plenamente.


Solo Dios puede conseguir algo tan bonito en nosotros. Que Él nos ayude cada día a luchar un poco más por esto.

0 comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué piensas acerca de este mensaje?