jueves, 26 de enero de 2012

Dar y Recibir

Salmo 89: 1
Las misericordias de Dios cantaré perpetuamente; De generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca.

Había una vez un joven que era rico. Tenía todo lo que deseaba y más. Un día vio a Jesús y se le acercó preguntándole: ¿Qué he de hacer para entrar en el cielo? Entonces Jesús le respondió y le dijo: Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres.

El joven rico agachó la cabeza y se marchó con toda su riqueza, pero con un peso que ya nunca se pudo quitar.
Había también una mujer viuda que no tenía casi ni para comer, y se acercó al templo donde todos ofrendaban, y dio las dos únicas monedas que tenía para pasar ese mes. Ella sabía que si las daba al templo, posiblemente ese día y muy seguramente los demás también no tendría qué comer. Pero le dio igual, porque esas dos monedas era todo lo que tenía, y si las tenía era porque Dios se las había dado.
Seguramente te has sentido identificado con alguno de los personajes de esta historia. Déjame decirte que aquí sólo hay dos posibilidades de muchas. También podríamos incluir a los que tienen poco y aún así no dan nada, o a los que tienen mucho y dan una mínima parte para “sentirse” ellos mejor. En cualquier caso, tú sabes quién de todos estos eres.
El versículo de hoy comienza diciendo que cantaré para siempre la misericordia de Dios. ¿Y qué tiene que ver esto con la historia de antes? Pues TODO. Resulta que absolutamente todo lo que tienes viene de Dios por paradójico que suene. Sea mucho o sea poco, Dios te ha permitido tenerlo.  Si puso cada pétalo de cada flor de un gran prado y tuvo su mayor cuidado en ello, ¿cómo no va a cuidar de tu provisión? Y no ha sido para que te beneficies tú solo. Más bien es para que puedas hacer que los que están a tu alrededor se beneficien.
Hay gente que conoces que seguramente no está pasando por una situación económica buena. Mucha gente de hecho está pasando muchísimas dificultades con el dinero en estos tiempos de crisis que corren. Pero tú tienes el privilegio de disponer de algo de dinero (puede que suficiente, puede que el justo, o puede que muy poco), y ese dinero recuerda que te lo ha dado Dios para bendecir a los demás. Es por su misericordia que tú lo tienes, y por lo tanto, qué menos que tener misericordia con aquellos que también lo necesitan.
Tengo el privilegio de poder decir, que Dios ha puesto a mi alrededor gente que ha tenido misericordia de mí. Y no sabes cuán grande regalo es el poder experimentar esa misericordia que un amigo o un hermano tiene contigo. Pero es mucho más maravilloso experimentar la misericordia que tú puedes mostrar hacia la otra persona. Los dos reciben, pero el que da tiene el privilegio de dar y recibir.
Recuerda que todo lo que tienes es por la misericordia de Dios. Ten tú también misericordia por los demás. El dinero invertido en otros, es el dinero mejor invertido.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

perfectamente de acuerdo a veces tendemos a decir esto es nuestro y de nadie mas y de repente Dios nos dice dejalo todo y ven y te da lo que no espera duplicado inclusibee

Anónimo dijo...

el que no vive para servir no sivre para vivir

Rosana Alvarez Heredia dijo...

Precioso! Y no olvida nada de lo que hacemos por uno de "estos pequeñitos". Hoy... cuando salga a la calle... no haré la vista gorda... Buscaré a algún "pequeñito" a quien bendecir... Esa es mi meta hoy!... Gracias por bendecirnos!

Publicar un comentario

¿Qué piensas acerca de este mensaje?