lunes, 13 de febrero de 2012

Dolor, sufrir, curar (I)

Filipenses 1:29
Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él

Una sociedad postmoderna, un tópico repetido hasta la saciedad. Y lo cierto es que no tengo ni idea de definirla, pero todos vivimos inmersos en ella, tanto si nos gusta como si no, tanto si somos conscientes como si no. Una de las características de la cultura postmoderna es la  búsqueda activa del placer por un lado, y una huida, de todo aquello que pueda producir dolor, sufrimiento o incomodidad por otro.

Cuando hablamos de placer o dolor, no sólo nos referimos a placeres o dolores de tipo físico, incluimos además el de tipo emocional o psicológico. Pero también el dolor o el placer espiritual.
Nuestra sociedad ha caído en perseguir el placer y escapar rabiosamente del dolor. En mayor o menor grado todos valoramos las cosas en función del placer que nos otorgan o no. Medimos nuestro siguiente paso, nuestra siguiente decisión con el patrón de "¿Y cuánto me va a doler?"
Desechamos mucho por la incomodidad o dolor que podamos tener. Y por tanto, nos enseñan a ser  indiferentes a muchas otras porque no nos proporcionan ningún tipo de satisfacción o gratificación.
Cuando alguien se encuentra rodeado de este ambiente, de este tipo de cultura no es nada difícil identificar el dolor y cualquier tipo de sufrimiento, como el mayor mal o la mayor tragedia que nos pueda acontecer. El sufrimiento es visto como algo horrible, despreciable, espantoso, un intruso en nuestra realidad, un enemigo a batir a cualquier precio. Cuando el dolor y el sufrimiento aparecen la felicidad se quiebra y la frustración y la desesperación se filtran en nuestras vidas. Parece que la felicidad necesita totalmente la inexistencia del sufrimiento si o si. 
Más y más nuestro mundo está perdiendo la capacidad de ver ningún aspecto positivo o de valor en ambos. Se nos hace más y más difícil el poder trabajar contra cualquier oposición a nuestros deseos y nuestra voluntad.
La Biblia, en Génesis 3 nos explica que el pecado es el origen de todo el dolor y el sufrimiento que experimentamos. Nuestra rebelión de Dios produjo la introducción de dolor, el sufrimiento y la muerte en una realidad humana que hasta entonces la desconocía de forma práctica. Desde la desobediencia de Adán y Eva, dolor y sufrimiento son compañeros inseparables, permanentes de la humanidad hasta el fin de los días. 
Un rápido vistazo a los personajes bíblicos como Noé, José, Moisés, David, Jeremías nos demuestra que el dolor y el sufrimiento estuvieron presentes en la experiencia de ellos.. Ya en el Nuevo Testamento tenemos el testimonio de los discípulos y, naturalmente el propio Jesús que sufrió, padeció y experimentó el dolor de forma totalmente voluntaria, sin ningún motivo ni razón, "varón de dolores, experimentado en quebrantos" 
El ejemplo de Jesús nos puede llevar a la conclusión de que tal vez el dolor y el sufrimiento es algo que debemos esperar o pensar que pueda formar parte de nuestra experiencia espiritual.
Nuestra llamamiento como cristianos lleva implícito el dolor y el sufrimiento. Si el propio Jesús lo pasó, ¿cuánto más nosotros debemos experimentarlo? Nuestra salvación ya tuvo que ser obtenida a fuerza de mucho dolor y sufrimiento.

Nuestros antepasados consideraron un privilegio el poder sufrir por la causa de Cristo. No creo que lo desearan, sin embargo, lo aceptaron con orgullo y de buen grado. Jesús nos decía que estrecho es el camino y la puerta. En una sociedad que glorifica el placer y rechaza sin excepción el dolor,  ¿Cómo suena a nuestros oídos el sentir que es un auténtico privilegio el poder sufrir por Cristo?
Pero entonces, ¿existe algún propósito en el dolor y el sufrimiento? 
Uno de los propósitos del dolor es la retribución. La Biblia afirma que la paga (retribución) del pecado es la muerte. Es decir, la muerte es lo que todo ser humano, sin excepción, merece por haber pecado. En ocasiones perdemos de vista la increíble gravedad del pecado y al hacerlo no nos damos cuenta de todas las consecuencias que comporta. 
Otro de los propósitos del dolor y el sufrimiento puede ser la disciplina. Abraham viene a mi mente al escribir estas anteriores líneas. 

"No desprecies, hijo mío, la disciplina del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor corrige a quien Él ama, y castiga a aquel a quien recibe como hijo.
Soportad la disciplina, y así Dios os tratará como a hijos. ¿Acaso hay algún hijo a quien su padre no corrija? …. Ciertamente ningún castigo es agradable en el momento de recibirlo, sino que duele; pero si uno aprende la lección, obtiene la paz como premio merecido" (Hebreos 12:7-11)

Ciertas experiencias en la vida tienen la capacidad de llevame al arrepentimiento, a reconocer mi orgullo y autosuficiencia y aceptar mi necesidad de Dios. Y creo que este anterior pasaje nos quiere llevar a que otro de los propósitos del sufrir, es obtener esa PAZ para sobrellevarlo. 

¿Con qué dolor de tu vida necesitas hoy tomar disciplina y Paz para trabajarlo?

¿Estás de acuerdo con que "el dolor es inevitable, pero el sufrir es opcional?

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