domingo, 15 de enero de 2012

¿Dónde estabas?

    Salmo 13 1-3
    Señor, ¿hasta cuándo me olvidarás?,  ¿me olvidarás para siempre?, ¿hasta cuándo te esconderás de mí?
     ¿Hasta cuando mi alma y mi corazón habrán de sufrir y estar tristes todo el día?, ¿hasta cuándo habré de estar sometido al enemigo?
     Señor, Dios mío, ¡mírame respóndeme, llena mis ojos de luz!. ¡Que no caiga yo en el sueño de la muerte!

Leyendo este pasaje, me he querido preguntar dos cosas: primeramente, el porqué piensa esto el salmista. Estas palabras las podemos ligar a una situación de desespero, desamparo, soledad, desesperación. La segunda pregunta que me planteo es en puedo identificarme con este pasaje, estos sentimientos, y este trasfondo. Y es que, ¿Cuándo Dios no me ha contestado oraciones? ¿Dios contesta algunas o todas? ¿Lo hace siempre...? 

Esto puede llegar a crear en mí inseguridad o incluso, desesperación. Y es en este punto donde identifico que yo también comprendo el sentimiento del escritor de la cita. A pesar de que Dios hará lo que tenga que hacer (esto es la voluntad en esencia) una duda estalla en mi cabeza: si lo puede todo, ¿por qué no lo hace?

Un paralelismo en la vida de Jesús, lo encontramos en un Jesús orando horas antes de su captura en el huerto de Getsemaní. Él es consciente de que esta teniendo una gran lucha porqué sabe que el plan de la salvación es imposible sin que él lo haga su parte.  Esto muestra como Jesús entiende que debe cumplir con ese dolor para cumplir la voluntad eterna del Padre.
Y este ejemplo debe ayudarnos a tener fuerza para hacer las cosas que tenemos que hacer, a pesar de tener miedo, duda o temor. En cambio, no veo un Jesús haciendo una oración mientras piensa "bueno, habrá que aceptarlo, no?" Y por supuesto, tampoco veo ni puedo imaginar un Jesús que piense tramar una rebelión. Desgraciadamente si me puedo ver a mi en una de esas dos situaciones. Para Jesús, la propia oración era la actitud de estar abierto al Dios que sabe porqué actúa como actúa. Jesús muestra su temor, miedo y escalofríos delante de lo que él sabe que tendrá que pasar; pero expresa su "no quiero tener que pasar por esto".
El salmista esta mostrando honestidad con Dios. La oración es ser honesto con Dios. Es confesión de una manera transparente sabiendo a quien recures. No es ninguna "faena del día", sino que es una manera de afrontar la vida: "orad sin cesar". Sorprendentemente, la oración también es escuchar. Y el escuchar provoca un despertar. Poder despertar es poder ver nuestro alrededor de otra manera; ya que la oración permite poseer una perspectiva más grande de aquellas situaciones difíciles. Somos capaces de sentir más gracias a la oración.
No sé por qué en algunas situaciones exijo motivos o razones a Dios sobre su comportamiento. ¿Acaso tengo ese derecho y él esa obligación? Pero lo que si sé es que Dios nos reta a través de sus situaciones para hacernos estar abiertos a nuevos acontecimientos que no esperamos y que nos harán ganar experiencia.
Y es que la oración puede cambiar las cosas, pero la oración siempre nos transforma a nosotros.

¿Qué crees pasaría si, aún teniendo miedo, tuvieses que hacer ciertas cosas en tu vida donde no hay hubiese otra opción? Estoy seguro que las has superado y han sido una revolución de fe y valor.

1 comentarios:

Noelia dijo...

Que bueno! :) Dejemos a Dios ser Dios! El sabe mejor que nosotros lo mejor! Un abrazo

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